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miércoles, 21 de abril de 2010

La Historia de San Torcuato y los Varones Apostólicos


Según la creencia española, los Apóstoles Pedro y Pablo enviaron a la Hispania a estos mensajeros evangélicos, quienes se dirigieron a la provincia Bética (actual Andalucía). La primera población visitada fue Acci (Guadix) y de allí se distribuyeron por distintas ciudades, viniendo a constituirse en verdaderos padres del cristianismo en España, ya que, supuesta la venida de Santiago a la Península y la visita evangélica de S. Pablo a la provincia Tarraconense, ambas estancias debieron de ser muy cortas y en consecuencia debió de recaer sobre los v. a. el peso de la primera siembra masiva del mensaje cristiano en España.

Los testimonios. Hay que comenzar reconociendo que los documentos en que se basa esta tradición hispana son de fecha relativamente tardía. En efecto, la relación escrita más antigua que se conoce data del s. VIII, lo que arguye a lo sumo una creencia general en el siglo anterior, aunque un estudio comparativo y serio de algunos testimonios puede llevarnos a conclusiones interesantes que remontan la fecha de redacción a épocas mucho más cercanas a los hechos. Los documentos en que se fundamenta la tradición manuscrita son los siguientes:

1) Los Calendarios mozárabes hispánicos. Estos Calendarios (v.) han sido particularmente estudiados por el erudito benedictino francés Dom Ferotin, quien llega a reunir y catalogar siete completos de ellos. Todos mencionan esta celebración de los varones apostólicos. Concretamente el Calendario de la Catedral de León, de 1067, es de sumo interés, por ser copia, según todos los indicios, de otro Calendario de la época del Rey Wamba (672683), fecha de redacción bastante respetable. Los estudios de Dom Ferotin han sido completados por el P. Matea Álamo en un documentado artículo de la «Revue d'Histoire éclesiastique» (Les Calendriers Mozarabes d’après Dom Ferotin: Additions et corrections, citado por A. C. Vega, o. c. en bibl., 26). La comparación de todos estos calendarios hace descubrir indicios de una fecha de redacción original que podría remontarse hasta el s. VII. Incluso puede darse como resultado cierto y suficientemente averiguado que ya en el s. IV, o a lo más en el s. V, existían calendarios en las Iglesias españolas, limitados a los aniversarios y fiestas particulares de cada comunidad eclesial. Estos calendarios, cuya primera redacción puede fecharse en el s. V, y en los que se van incorporando noticias posteriores, ofrecen en su conjunto un argumento bastante serio a favor de la existencia y venida de los v. a. a España.

2) Los Martirologios. Los datos que aportan estos testimonios coinciden en lo fundamental con los relatos de las otras fuentes y documentos. El más importante, sin duda, es el Martirologio de Lyon. La fecha de su redacción es anterior al 806 y en 61 se nos ofrece un relato breve, ponderado, sin datos fantásticos o inverosímiles, de la venida de los v. a. a España. Este Martirologio es a su vez fuente de la que arrancan varias Vidas o relatos posteriores. También hablan de los v. a. el Martirologio (v.) Romano, el de Usuardo, el de Adón y el de Beda.

3) Documentos litúrgicos mozárabes. Existe una Misa y un Oficio de los v. a. de rito mozárabe (v. HISPANO, RITO). El estudio y apreciación de este documento lleva necesariamente anejo el planteamiento del origen de la liturgia mozarábiga en España, cuestión no resuelta aún de modo definitivo. Si se admite -como es hoy común- que S. Isidoro de Sevilla (v.) no fue propiamente el inventor o creador de la liturgia visigótica, sino más bien su unificador, puede llegar a afirmarse que, aun a falta de documentación precisa, antes de él, o más aún desde que se introdujo el cristianismo en España, hubo en ella una auténtica liturgia, que sustancialmente perduró hasta el s. VII y que corregida y unificada pervivió hasta el s. XI. En este estado de la investigación litúrgica visigótica puede decirse que si en el Misal mozárabe existe una Misa y Oficio propios dedicados a los v. a., su redacción no rebasa seguramente el s. VII, pero tampoco se la puede suponer muy posterior.

4) Documento emilianense titulado De Misa Apostólica in Hispaniam ducta. Este documento se terminó de redactar el 994, y responde a un intento de defensa enviado a Roma en favor del rito visigótico o mozárabe. Es interesante observar que la razón que se ofrece para permanecer aferrado a esta liturgia apunta a sus orígenes o paulinos. El valor de este documento, aunque presenta o rasgos muy interesantes, no es del todo concluyente.

5) Una Vita extensa del Leccionario complutense y la Vita brevis del Cerratense (s. XIII). La Vita del Cerrao tense, del s. XIII, el escrito más cercano a nosotros, incluye un resumen biográfico de los siete varones apostólicos. La redacción coincide con la Inlatio o introducción de la aludida Misa Apostólica y con la Vita extensa del Leccionario complutense, y esto no sólo en cuanto a los conceptos básicos, sino a veces en las expresiones y lexicografía, lo que supone una dependencia clara de ellos.

Todos estos testimonios concuerdan en afirmar que los siete v. a. fueron enviados a España por los Apóstoles desde Roma, donde fueron consagrados obispos precisamente con este motivo; todos coinciden en referir el suceso sobre el puente de Acci (Guadix) y en que se quedaron los v. a. en las afueras de la ciudad. Concuerdan también en afirmar la conversión de Luparia y en la circunstancia de que se construyera allí una iglesia y un baptisterio. El Cerratense dice, según versión muy literal: «Habiendo sido ordenados en Roma por los Santos Apóstoles, Torcuato, Tesifonte, Eufrasio, Indalecio, Segundo, Cecilio y Esiquio, fueron enviados a España, todavía dominada del error pagano, a predicar la fe católica. Éstos, como llega
ron a la ciudad de Acci (Guadix), fatigados del camino, se quedaron en las afueras para descansar, enviando a algunos de los discípulos a la ciudad a comprar víveres con que reparar las fuerzas perdidas y matar el hambre. Mas, apenas entraron éstos en la ciudad, he aquí que una multitud de gentiles que celebraban aquel día la fiesta de Júpiter y de Mercurio les salió al encuentro; al conocer los piadosos intentos de aquéllos, de predicar la fe de Cristo, comenzando, a perseguirlos, y yendo tras de ellos hasta el río. Mas hundiéndose entonces milagrosamente el puente, cayeron todos al agua, siendo sumergidos por ella, librándose así aquéllos de la muerte. Enterados del acontecimiento los que quedaron en la ciudad, llenáronse de terror. Mas de entre ellos hubo una mujer nobilísima llamada Luparia, que movida interiormente por el Espíritu Santo, les envió nuncios, recibiéndolos luego muy devotamente, apenas supo el motivo de su llegada, y prestando fe a la doctrina que predicaban, pidió el bautismo inmediatamente. Dijéronle los v. a.: Haznos antes una iglesia y un baptisterio. Y, habiéndolos hecho, fue bautizada, y siguiendo su ejemplo se bautizó todo el pueblo. Después de esto, a fin de dispensar la gracia de la fe a otras gentes, se distribuyeron por diversas ciudades, haciendo numerosísimas conversiones, tocando a Torcuato, Acci (Guadix); a Tesifonte, Bergi (Berja); a Indalecio, Urci (Almería); a Segundo, Abula (Avíla); a Eufrasio, Iliturgi (Andújar); a Cecilio, Ilíberis (Granada), y a Esiquio, Carcesa (Caravaca). Los cuales, después de una muerte dichosa, volaron a Dios. Sus reliquias obraron muchos milagros y beneficios entre los fieles, siendo por su medio arrojados los demonios, devuelta la vista a los ciegos y logradas cuantas gracias y favores les piden sus devotos. No he de callar, sin embargo, uno de los grandes prodigios que por su intercesión obra Dios todos los años la víspera de la fiesta de estos santos y que se perpetúa hasta el presente. Porque habiendo plantado estos santos Varones un olivo a la entrada de la iglesia, todos los años en la víspera de la fiesta se cubre de flor, que al día siguiente se ha convertido en hermosas aceitunas, que el público devoto se apresura a coger para usos devotos, siendo su número tal que da para llenar varios canastos de ellas».

Como puede observarse hay mucho de leyenda y de críticamente inadmisible e inverosímil en este relato. De todo é1 quizá puedan quedar en pie los siguientes elementos: a) los v. a. vinieron desde Roma; b) comenzaron su labor evangelizadora en España por Acci; c) fueron siete y fueron tales las sedes que vinieron a ocupar. Sobre estos elementos básicos de la tradición cabe todavía hacerse varias preguntas y establecer algunas matizaciones. En primer lugar acerca de los nombres de los v. a.; P. Savio (La realtá del viaggio di San Paolo nella Spagna, Roma 1914) ha estudiado con esmero este punto. Torcuato, Segundo y Cecilio son nombres eminentemente romanos. El nombre de Eufrasio tal vez pudiera ser indígena de la región. Ctesifonte (Tesifonte) era un nombre griego, pero bastante común entre los latinos. Indalecio quizá pudiera ser de origen ibérico céltico. Esicio (Esichio, Esiquio) era nombre bastante común entre griegos y romanos. Todo lo cual nos permite concluir con Savio que «los nombres de los siete obispos españoles están en armonía con el tiempo en que se dice vivieron y con el país en que ejercitaron su apostolado».

Otro punto cuestionable es la localización actual de las sedes mencionadas. Se admite generalmente la siguiente correspondencia: Acci es la actual Guadix, Abula sería Ávila según unos o Abla según otros, Urci se localiza en Torre de Villaricos junto a la actual Almería, mientras que Bergi se identifica con Berja, Iliturgi con Cuevas de Lituergo junto a la actual Andújar, Iliberis con Elvira junto a la actual Granada, quedando Car(ava)ca para Carcesa.

Por último, ¿qué Apóstoles los enviaron a España? Los documentos no dicen nada, si bien la Misa Apostólica comienza con un resumen introductorio de los siete Varones Apostólicos y alude concretamente a los Apóstoles Pedro y Pablo. De este relato copiaron muchos breviarios españoles, particularmente de la Bética. La ausencia de alusión a Santiago puede ser favorable a la autenticidad del documento. Por esta época, s. XI, y aun antes, la leyenda de la venida, predicación y sepulcro de Santiago en España se admitía generalmente, no existiendo, en cambio, tradición alguna del viaje de S. Pablo a España. Este viaje, no obstante, es hoy admitido por la mayoría de los autores. En este caso, la misión de los v. a. -enviados por Pablo y por Pedro desde Roma, durante la segunda prisión romana del primero- recobra notable realidad.

Los antitestimonios. Hay que contar con ciertas dificultades, señaladas especialmente por el Dr. Vives. En primer lugar es extraño el silencio obstinado y universal de la literatura anterior a la invasión sarracena. Sin desconocer la fuerza de este silencio, se puede, no obstante, responder a la objeción indicando que el argumento del silencio habría de aplicarse en todo y para todo. Hoy generalmente este silencio no se considera un obstáculo infranqueable en el caso de la venida de S. Pablo a España.

S. Valerio (s. VII), monje del Bierzo y padre de monjes, dice que sólo a partir del s. iv comenzó a resplandecer el cristianismo en España. A esta objeción cabe responder con dos hechos que parecen indicar lo contrario: primero la celebración del Concilio de Iliberis (ca. a. 30; V. ELVIRA, CONCILIO DE), que supone una suficiente vitalidad en la Iglesia española de esa época, y además el testimonio de S. Ireneo y de Tertuliano, que afirman que ya a fines del s. II el cristianismo se hallaba plenamente arraigado en nuestra Península.

Se arguye contra la venida de los v. a. aduciendo el hecho de que en la lista de reliquias halladas en Guadix el a. 654 no figuran las de S. Torcuato. Pero debe observarse que esta fecha es ya tardía y para entonces de las reliquias de S. Torcuato no quedaría nada. Hay que destacar, sin embargo, la importancia de la sede de Guadix en el Conc. de Iliberis (asistiendo Sabino de Sevilla, Valerio de Zaragoza, Osio de Córdoba, Liberio de Mérida y Félix de Iliberis, preside el obispo de Acci, que era en esta época ciudad de cuarto orden). Es posible que su título de madre de las sedes españolas fuese lo que indujo a los Padres del concilio a hacerse presidir por el de Guadix
La Hermandad recuerda a todas las personas de todas las edades, que pueden acompañar a San Torcuato, ataviados con el traje típico accitano, como es costumbre hacerlo todos los años el día 15 de mayo en la Solemne Misa Pontifical y posterior procesión en su honor.

Desde este blog, invitamos a todos a contribuir en la fiesta de nuestro Patrón, también pedimos que se engalanen los balcones al paso del cortejo procesional.